Correa se reivindica en el último suspiro ante el Athletic y asegura el valioso triunfo del Atlético en San Mamés.
El argentino desbloqueó un partido con escasas oportunidades apenas cuatro minutos después de ingresar al campo. Una victoria que demuestra la profundidad del banquillo rojiblanco.
Griezmann, Julián Álvarez y Gallagher corrían desde el banquillo hacia el banderín de córner, peto en mano, mientras Sorloth celebraba a la distancia con los brazos abiertos. Sin embargo, ninguno de los nuevos fichajes ofensivos ni el habitual protagonista era el hombre clave. Fue Correa, que había entrado a dos minutos del final, quien actuó una vez más como revulsivo y desatascó un encuentro trabado para el Atlético. Su papel de revulsivo es a menudo ingrato, pero el argentino nunca ha mostrado una mala actitud y siempre está dispuesto a ayudar a su equipo desde cualquier posición.
Correa fue el último cambio de Simeone, incluso después de Giuliano. Aunque el empate era aceptable dadas las circunstancias, dejaba al Barcelona con seis puntos de ventaja. Entonces, Sorloth aprovechó un mal control de Lekue y recuperó el balón, dejándolo a los pies de Correa, quien se deshizo de Agirrezabala y marcó a puerta vacía.
Un argentino se lució en el día en que otro, Musso, debutó inesperadamente en la portería custodiada habitualmente por Oblak. Una indisposición impidió al esloveno jugar, y Musso se hizo cargo del arco, donde muchos antes que él, como Lecomte, Grbic, Moldovan, Adán y Werner, no habían logrado destacar.
No fue hasta la segunda mitad cuando Musso fue puesto a prueba, no porque el Atlético dominara el partido, sino porque el juego se desarrolló principalmente en el centro del campo durante la primera parte. Los de Simeone, una vez más, se vieron bloqueados en la creación de juego y multiplicaron su esfuerzo físico para no conceder más que un disparo desviado de Yuri. Musso llegó al descanso sin haber recibido un solo tiro a puerta, con los guantes intactos.
El Athletic se mostraba sólido, pero sin generar peligro. El Atlético, en una postura similar, se centraba más en cerrar espacios que en atacarlos por los costados. Un disparo de Gallagher, cerca del poste, fue la única amenaza clara de los rojiblancos. El inglés, encarnando el espíritu cholista, luchaba, caía, se levantaba y volvía a la pelea, aunque le costó encontrar precisión. Su ímpetu y deseo de encajar en el equipo superaron a veces a su control.
El partido se volvió desordenado, con más pases errados que llegadas al área rival. El Atlético no lograba conectar con Griezmann, que a sus 33 años y tras un verano con la Eurocopa, ya no cubre tanto terreno como antes. El Athletic llegaba con facilidad a tres cuartos de campo, sin mucha oposición en el centro del campo, pero la lluvia les impedía tener claridad cerca del área.
Sancet puso a prueba a Musso, quien respondió con eficacia, despejando con el puño al costado. Valverde había dado un impulso a su equipo con tres cambios frescos, mientras Simeone guardaba sus cartas para la batalla táctica. En ese momento, a Nico Williams le anularon un gol por un fuera de juego milimétrico de su rodilla izquierda. Fue entonces cuando el Cholo movió su banquillo, introduciendo delanteros en lugar de defensas, y la respuesta no se hizo esperar. Sorloth robó el balón y Correa marcó. El gol fue suyo. Después de una inversión de 185 millones de euros este verano y con la expectativa alta, quien resolvió fue Angelito, y el Atlético respira aliviado. Se va al parón a cuatro puntos del Barcelona, cuando pudo haber sido a seis.