«He visto caer rayos tan cerca que se te erizan los pelos»: así se juegan el pellejo los cazatormentas.
Capturar las mejores imágenes de tormentas en España es una afición que requiere una gran inversión y conlleva ciertos riesgos. «La mayoría de las personas no presta atención al cielo cuando hay mal tiempo, y esos fenómenos suelen pasar desapercibidos. Pero si después les enseñas fotos de lo que estaba ocurriendo sobre sus cabezas, se sorprenden», explica José Miguel García, un policía de Almería que en su tiempo libre se dedica a su pasión: ser cazatormentas. Con su equipo fotográfico en mano, se adentra en las condiciones meteorológicas más adversas en busca de la imagen perfecta de estos impresionantes fenómenos naturales.
Tanto García como David Mancebo, otro cazatormentas que trabaja en el servicio de limpieza del aeropuerto de Málaga, coinciden en que esta afición nace desde la infancia. «Recuerdo que de niño me fascinaba cuando llovía fuerte en Málaga, aunque eso ahora es cada vez menos frecuente», comenta Mancebo. García añade que la película «Twister» de los años 90 inspiró a muchos de su generación: «Aquellos que estábamos fascinados con la meteorología no podíamos creer que en Estados Unidos eso fuera una profesión».
Sin embargo, detrás de esas asombrosas fotografías hay muchas horas de estudio, largos trayectos en carretera, una buena inversión económica y, por supuesto, riesgos. Antes de salir a la caza de una tormenta, dedican días a analizar modelos meteorológicos y, aún así, en el terreno las condiciones pueden no ser las esperadas. «Apostamos por una tormenta, pero a veces no es lo que pensábamos. Con el tiempo, cometes menos errores, pero no siempre depende de ti. Hay días que vuelves con las manos vacías», comenta García.
«El día de la tormenta seguimos revisando actualizaciones y nos movemos según las condiciones. Además, debe coincidir con que tengas tiempo libre y que no esté muy lejos», explica Mancebo, quien lamenta haber tenido que perder algunas tormentas por trabajo. «A veces me ha tocado trabajar y pienso: ‘¡Qué rabia! Me la estoy perdiendo'», dice.
Horas de carretera y búsqueda
Elegir el lugar adecuado para tomar la foto perfecta no es fácil. García cuenta que ha llegado a detenerse en el arcén de una carretera para no perder una oportunidad. «La sensación más gratificante es saber que solo mi cámara está capturando ese momento único», relata. Por su parte, Mancebo describe el placer de encontrarse solo, en medio de la naturaleza, ante un espectáculo imponente. Ambos cazatormentas viajarán el próximo mes a Islandia, un destino soñado para ellos.
Ya han compartido aventuras, como cuando en 2021 hicieron un viaje exprés a La Palma durante la erupción del volcán. «Fue algo increíble, un evento único que no sabemos si volveremos a presenciar», recuerdan. Sus travesías no se limitan a España: García ha estado en el círculo polar ártico en Noruega, mientras que Mancebo también ha viajado a ese país escandinavo.
Dentro de España, ambos han recorrido grandes distancias en busca de tormentas. «He llegado a hacer más de 1.000 kilómetros en un solo día», dice Mancebo, quien conoce bien el este de la península. Cataluña, Aragón y la Comunidad Valenciana son algunas de las zonas donde más tormentas han encontrado. No obstante, cazar una tormenta puede ser muy peligroso, y ambos han estado cerca de rayos en más de una ocasión.
«En dos o tres momentos sentí cómo los pelos de todo mi cuerpo se erizaban por la electricidad estática. Eso significa que la carga eléctrica ha cambiado y la posibilidad de que te caiga un rayo aumenta. Estás solo en medio del campo, de noche, y te asustas», confiesa Mancebo. «Sí, he visto caer rayos tan cerca que se te suben los nervios. El más cercano que capturé en una foto estaba a unos 600 metros», agrega García.
Los riesgos del oficio
Ambos reconocen que ser cazatormentas es una actividad peligrosa. No solo por los rayos impredecibles, sino también por las tormentas eléctricas que a menudo pasan sobre sus cabezas sin tocar tierra. García recuerda un episodio durante la gota fría de 2019, cuando un rayo cayó sobre una gasolinera en la que se había detenido. «Los plomos saltaron de inmediato», relata. Mancebo bromea diciendo: «Eso de que te caiga un rayo es tan raro como ganar la lotería, pero nosotros compramos muchos boletos».
Sin embargo, para Mancebo, los rayos no son el mayor riesgo. «Conducimos en condiciones difíciles: lluvias intensas, vientos fuertes, baja visibilidad, inundaciones, árboles caídos… Nos adentramos en lo peor», describe. Una de las situaciones más aterradoras que ha vivido ocurrió en una tormenta en Toledo, donde las crecidas lo obligaron a refugiarse en un lugar alto.
A pesar de los riesgos, los cazatormentas no están lo suficientemente valorados en España. Mientras que en Estados Unidos colaboran estrechamente con servicios de emergencia, en España esta figura es poco reconocida. «Somos los primeros en llegar a los lugares afectados, avisamos en redes sociales, pero no estamos conectados con los sistemas de emergencia», lamenta García.
Aunque no pueden vivir de ello, ambos han comenzado proyectos para dar a conocer su trabajo. «Ser cazatormentas es muy caro», dice Mancebo. «El equipo fotográfico, los objetivos, los trípodes, la gasolina, las noches fuera de casa… todo suma». Además, García lamenta que muchos medios quieren sus fotos pero no están dispuestos a pagarlas.
José Miguel García comparte su trabajo en redes sociales bajo el nombre de Todo lo imposible. La parada del stormchaser, y ha publicado dos libros: Los hijos del cielo y Extrañas realidades. David Mancebo, por su parte, está activo en Twitter, YouTube e Instagram con el nombre de Objetivo tormenta. Ambos aseguran que seguirán persiguiendo tormentas por mucho tiempo.