Discurso de Han Kang, Premio Nobel de Literatura 2024: «La luz y el hilo».
El 10 de diciembre en Estocolmo, la escritora surcoreana Han Kang, autora de la reciente novela Imposible decir adiós, compartió una reflexión íntima sobre su proceso creativo y las preguntas que alimentan su obra.
Un cuaderno olvidado
A comienzos del año pasado, mientras ordenaba un trastero en medio de una mudanza, encontré una vieja caja de zapatos. Dentro había diarios de mi infancia y, entre ellos, un pequeño cuaderno encuadernado a mano con el título Poemario escrito a lápiz en la portada. Era un cuadernillo sencillo: cinco hojas de papel reciclado tamaño A5, dobladas y grapadas. Bajo el título, un dibujo rudimentario mostraba dos escaleras, una ascendiendo y otra descendiendo. La contraportada llevaba el año 1979 y mi nombre; dentro, ocho poemas escritos por mi yo de ocho años.
Entre versos ingenuos, uno fechado en abril llamó mi atención:
«¿Dónde está el amor?
Dentro de mi pecho palpitante.
¿Qué es el amor?
El hilo dorado que une nuestros corazones.»
Al leerlo, retrocedí cuarenta años. Recordé cómo había creado aquel cuaderno: el lápiz desgastado, las migas de goma de borrar, la grapadora furtivamente tomada del despacho de mi padre. Aquella tarde, intentaba reunir en un lugar los poemas dispersos en papeles sueltos y márgenes de libros. No pretendía mostrarle ese Poemario a nadie.
Antes de devolverlo a la caja, tomé una foto de ese poema. Había algo en sus palabras que conectaba a la niña que fui con la mujer que soy: el latido del pecho, el hilo que une corazones, esa luz dorada que vincula el amor con la existencia.
El camino hacia la novela
A los catorce años de esa experiencia publiqué mi primer poema, y al año siguiente un relato corto. Pero mi primera novela tardó tres años en completarse. Cada libro es una inmersión profunda en preguntas que siento urgentes y esenciales. Cuando llego al fondo de esas preguntas, la novela se cierra, y yo me siento transformada, lista para la siguiente.
Durante la creación de La vegetariana, exploré cuestiones dolorosas: ¿es posible rechazar toda forma de violencia? ¿Qué implica apartarse de la humanidad para escapar de su crueldad? Estas preguntas llevaron a Yeonghye, la protagonista, a renunciar a la carne, luego a todo alimento excepto agua, en un intento paradójico de huir de la violencia, incluso a costa de la vida misma.
En novelas posteriores como El viento sopla, vete y La clase de griego, seguí indagando en la capacidad humana de resistir la violencia y encontrar sentido en la conexión con otros, incluso en un mundo fugaz y cruel.
La sombra de Gwangju
Sin embargo, nunca consideré escribir sobre la masacre de Gwangju hasta 2012. Ese año, mientras intentaba trabajar en una novela «deslumbrante y luminosa», recordé el impacto que tuvo en mí el descubrimiento de un libro de fotografías clandestino sobre la masacre, cuando tenía doce años. Las imágenes de cuerpos destrozados y la solidaridad de quienes donaban sangre dejaron en mi mente un enigma irresoluble: ¿cómo pueden coexistir la crueldad y la nobleza humanas?
Decidí enfrentarme a esas preguntas. Durante un año investigué los eventos de Gwangju y otros genocidios en la historia. Mis preguntas iniciales —»¿Puede el presente ayudar al pasado?» y «¿Pueden los vivos salvar a los muertos?»— se transformaron en otras nuevas: «¿Puede el pasado ayudar al presente?» y «¿Pueden los muertos salvar a los vivos?» Estas guías me llevaron a escribir Actos humanos, una obra que confronta directamente la violencia, pero también ilumina la resistencia y la dignidad humanas.
Un hilo de conexión
En mi novela más reciente, Imposible decir adiós, regresé a preguntas esenciales sobre la vida y la muerte. La historia atraviesa paisajes nevados y mares oscuros para explorar cómo el amor y la memoria sostienen nuestra humanidad. Inspirada por el sacrificio y la perseverancia de quienes se niegan a olvidar, la obra se articula como un homenaje a aquellos que luchan por preservar la dignidad frente al olvido.
Las notas que tomé mientras escribía esta novela reflejan un tema constante:
«La vida quiere vivir. La vida es cálida.
Morir es volverse frío. Matar es enfriar.»
En cada una de mis novelas, desde los poemas escritos en mi infancia hasta las historias que me aguardan en el futuro, percibo el mismo hilo dorado que une corazones y épocas. Esa conexión nos invita a enfrentar el dolor con valentía y a buscar la belleza en un mundo complejo y a menudo violento.
Mientras los libros viajan por su propio camino, yo seguiré explorando las preguntas que me habitan, escribiendo hasta que ya no pueda avanzar más.
¿Dónde está el amor?
Dentro del hilo que une todas nuestras historias.