Djokovic, maestro absoluto, vuelve a frenar a Alcaraz.

El serbio supera al joven murciano tras un duelo de casi cuatro horas (4-6, 6-4, 6-3 y 6-4) y se enfrentará a Zverev en las semifinales del viernes, dejando otra cátedra de estrategia y control.

Parece que Novak Djokovic aún tiene mucho que decir. Infinito y monumental, el titán serbio defiende su legado en uno de los partidos más memorables de su carrera, como él mismo asegura. A pie de pista, Jim Courier lo resume con admiración: “Novak, increíble una vez más”. Tras 3 horas y 37 minutos de pura intensidad, Djokovic se impone por 4-6, 6-4, 6-3 y 6-4, reservando su lugar en la semifinal contra Alexander Zverev (7-6(1), 7-6(0), 2-6 y 6-1 ante Tommy Paul) y quedando a dos pasos de su 25º Grand Slam. “Admiro y respeto mucho a Carlos”, declara sobre Alcaraz, quien, eliminado nuevamente en cuartos, se despide con una mezcla de frustración y aprendizaje. El joven prodigio aún no podrá completar el círculo de los grandes, porque ahí está, otra vez, el inquebrantable Djokovic, amo de la pista dura y rey indiscutible de Australia. El serbio lo celebra rugiendo: “Esto lo gané con mis dos brazos y mis dos piernas… bueno, con una pierna y media”.

El ambiente en Melbourne cambia. A medida que avanza la noche, el fresco se cuela en la pista central. Entre el público, una espectadora se arropa con su jersey mientras anima a su ídolo, Djokovic, con una mezcla de tensión y entusiasmo. En la cancha, la intensidad es electrizante. Frente a frente, un veterano de 37 años que domina el arte del tenis como nadie y un joven de 21 que lo reta con cada golpe.

El enfrentamiento se desarrolla a dos velocidades contrastantes: por un lado, la urgencia y agresividad de Alcaraz, que busca romper barreras y conquistar los cuatro grandes; por otro, la calma estratégica de Djokovic, consciente de que en el intercambio físico puede salir en desventaja. Alcaraz ataca cada bola con furia, desplegando su estilo vertiginoso, mientras que el serbio, cual sabio estratega, administra el tiempo y dirige el duelo hacia su territorio: el laberinto táctico. Aunque Alcaraz se lleva el primer set, Djokovic, con su experiencia infinita, ajusta su juego y regresa más fuerte en el segundo parcial.

Una batalla de emociones y estrategias
El tercer set es un torbellino. Alcaraz intenta mantener el ritmo frenético, pero el control y la precisión de Djokovic comienzan a imponerse. Cada error del murciano es un regalo que el serbio transforma en ventaja. Aunque Alcaraz busca soluciones con dejadas y golpes imposibles, el veterano no cede terreno y convierte el partido en un duelo psicológico. Desde las gradas, los seguidores serbios animan sin descanso: “¡No-le, i-de-mo!”. Las gaviotas revolotean y las banderas ondean mientras la tensión en la pista crece.

El joven español pierde consistencia. Su tenis, tan brillante en el primer set, empieza a resquebrajarse. Djokovic, implacable, aprovecha cada oportunidad, girando la dinámica del partido a su favor. Mientras Alcaraz lucha por mantenerse a flote, el serbio da una lección de control mental y dominio técnico.

Finalmente, tras casi cuatro horas de lucha, Djokovic sella la victoria. El gigante de 24 Grand Slams ha demostrado, una vez más, por qué es una leyenda viva del tenis. Desde un rincón de la pista, Andy Murray, espectador privilegiado, aplaude el espectáculo ofrecido por el serbio. Sin necesidad de recurrir a su característico fuego, Djokovic ha utilizado el hielo: su capacidad de mantener el equilibrio y manejar la presión ha sido la clave para neutralizar al joven español.

En una noche que quedará grabada en la memoria de los aficionados, Djokovic reafirma su legado, demostrando que, a sus casi 38 años, sigue siendo un maestro absoluto del deporte.